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NOTAS Y CRÓNICAS 

La discriminación lingüística en el Perú

  • Foto del escritor: Catherine Vega Suero
    Catherine Vega Suero
  • 21 dic 2018
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 28 mar 2019

Entrevista


El lingüista y catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, magíster Rómulo Quintanilla Anglas, nos explica sobre las maneras en que se manifiesta la discriminación lingüística entre los peruanos.


El Perú es un país multilingüe y pluricultural y, por tanto, tenemos diferentes dialectos de la lengua castellana; el dialecto tiene que ver con la variedad de una lengua en diferentes zonas geográficas. Los dialectos del castellano, en nuestro país, son el castellano andino, amazónico y costeño. Muchas de las personas que poseen estas variedades lingüísticas, al migrar a las ciudades, lamentablemente llegan a ser punto de burlas y estereotipadas. Para informarnos más al respecto, entrevistamos al especialista sanmarquino, Rómulo Quintanilla Ánglas.


¿Qué es la discriminación lingüística?

Si la discriminación es “dar un trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos” (DRAE, 2001:563), la discriminación lingüística aplicada a un individuo o a un grupo tendrá como causa la forma cómo manifiestan sus ideas a través del lenguaje, básicamente oral. De lo expresado se puede inferir que la discriminación lingüística es un fenómeno social que afecta a las personas que no hablan tal como la exige la norma o el grupo dominante de una comunidad de habla. Ello supone que no hay una sola forma de hablar, como no la hay para vestirse, bailar, etc.


Puesto que las lenguas presentan aspectos que pueden identificarse nítidamente. Un breve texto como el que sigue puede ilustrar algunos de estos aspectos lingüísticos discriminatorios:

“Dicieron puras tonteras cuando les pidemos sus cuota. Ellos no quieren apuntarse con su plata, son puro bla, bla. Así, como sea, cayendo, levantando, así hemos ganado este casita”.

Las palabras “dicieron” en lugar de dijeron; “tonteras” en lugar de tonterías, “pidemos” por pedimos, “puro blablá, blablá, por ‘solo habla y habla, nada más”, etcétera, son ejemplos de un habla diferente a la usada bajo las normas o las formas correctas. Las formas aceptadas como correctas en el aspecto fonológico son *dijeron, pedimos; con los gerundios “cayendo” y “levantando”, el hablante se coloca en una posición neutral o simplemente no está flexionando los verbos para indicar que él o ellos lograron la casa con sacrificio, con trabajo. La discordancia de género, en *este casita, en lugar de esta casita. Todas estas observaciones, hechas a la luz de las normas elaboradas y usadas por la mayoría, ilustran ejemplos que causan discriminación lingüística.


¿De qué manera se manifiesta la actitud discriminatoria?

Son varias las formas como se manifiesta esta actitud discriminatoria causada por una determinada forma de expresar el lenguaje. En ese sentido, la lengua se convierte en un elemento de dominio de quienes ostentan o manejan las formas más cercanas al llamado estándar. Por ejemplo, un grupo de vecinos que festeja el aniversario de la comunidad elige que exprese el discurso de orden a alguien, que no confunda la pronunciación de la vocal /e/ por la /i/, ni una vocal /o/ por una /u/; que use palabras precisas, no ambiguas, que conecte palabras de manera coherente y lógicas a la luz de la gramática normativa. Preferencia que se manifiesta, incluso, en un juego de fulbito callejero. Cuando se tiene que elegir jugadores que conformarán los equipos rivales, se escucha diálogos como el siguiente: “Que escojan Pedro y Jacinto”, “No, ese cholo no sabe hablar”, “que escoja otro”. En el ámbito social referido a la pareja, no es raro escuchar afirmaciones comoMe separé de ella porque no mejoraba, seguía hablando su mote; no podía ni presentarla a mis amigos” (los casos se dan en ambas direcciones: del varón o de la mujer).


“La burla y aun el desprecio por quien habla un dialecto andino o amazónico del español siempre serán actitudes reprochables y lamentablemente cotidianas”.


¿En qué ámbitos se manifiesta con mayor nitidez este fenómeno?

La actitud discriminatoria suele manifestarse en distintos ámbitos, pero parecería que en uno más que en otros resulta ser más perjudicial. Nos referimos al ámbito laboral. Suele suceder que en una entrevista a postulantes a ocupar algún cargo o un simple puesto laboral, los entrevistadores se inclinen por preferir a quienes “hablan mejor”. En muy pocos casos los entrevistadores obvian este aspecto. Muy pocos se dan el trabajo de medir las verdaderas capacidades que tiene el postulante, que puede ser realmente útil a la empresa. Decidir por el “que habla mejor” es una actitud de discriminación lingüística.

Pero en muchos espacios y en diferentes grados, así como de diferentes formas, la discriminación lingüística se manifiesta directa o solapadamente. En los centros escolares, ahora instituciones educativas, este fenómeno se observa con mayor frecuencia en el turno nocturno.


¿Qué consecuencias acarrea la mencionada discriminación?

Una de las consecuencias laboralmente impactantes es justamente la marginación de quienes aspiran a trabajar, pero que por “hablar mal” no lo consiguen. Si lo hacen es para ocuparse de labores secundarias o de poco prestigio. En otro ámbito más individual o subjetivo, se puede mencionar el impacto psicológico que esta actitud causa en el individuo víctima: vergüenza, baja autoestima, desprecio por sí mismo, lo que puede llegar a convertir al individuo, sobre todo adolescente, en un resentido social, con todas las implicancias y consecuencias que ello acarrea.


¿Hay alguna forma de eliminar esta actitud?

No creo que exista una fórmula mágica que logre cambiar o revertir esta situación de la noche a la mañana; sin embargo, podría apelarse a la educación, especialmente en los centros escolares y laborales. No sería difícil difundir información lingüística elemental; por ejemplo, difundir de manera objetiva que quienes confunden las vocales /i/ por [e] y /u/ por [o] tienen una lengua materna que solo tiene tres vocales (carecen de o y e), y por ello las confunden con sonidos más cercanos a estas: /i/ por [e] y /o/ por [u] o viceversa. Por la misma razón estructuran sus frases y oraciones de manera distinta, aunque comprensibles la más de las veces. Algunas alteraciones semánticas suelen matizar estos dialectos no estandarizados. Por ejemplo, decir “ya vengo” por “ya voy” en una comunicación telefónica.


 
 
 

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El especialista en sociolingüística Rómulo Quintanilla A.

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